Este fin de semana llega el horario de verano. En la madrugada del sábado 25 al domingo 26, los relojes se adelantarán una hora, de forma que a las 02.00 horas serán las 03.00 horas, para optimizar así el uso de la luz durante los meses de primavera y verano.
El cambio de hora ha sido criticado en los últimos años ya que puede interferir con el horario de sueño, lo que puede causar problemas para la salud mental y física.
De hecho, la Comisión Europea consultó a los ciudadanos al respecto en 2018 y más del 80% de los 4,6 millones de ciudadanos que participaron se decantaron por abolir esta medida.
Debido a esto, estaba previsto que el último se hiciera en marzo de 2019. Sin embargo, la falta de consenso entre los estados, entre otros motivos, hizo que se pospusiera hasta 2021.
La llegada de la pandemia dejó este plan en el olvido, así, habrá que seguir atrasando y adelantando los relojes al menos hasta 2026.
¿Pero por qué cambiamos de hora? Todo comenzó en 1905, cuando el ingeniero británico William Willet tuvo una brillante idea. Se dio cuenta de que podía aprovechar mejor la luz del día si cambiaba el horario de la mañana, sugería adelantar los relojes 20 minutos cada domingo durante el mes de abril, y hace lo contrario los cuatro domingos de septiembre.
Así que se dedicó a promover su plan, pero el gobierno de la época no estaba de acuerdo. En 1916, durante la Primera Guerra Mundial, el Gobierno británico decidió adoptar el cambio de hora para ahorrar energía.
Después de la guerra, otros países comenzaron a adoptar el cambio de hora para aprovechar mejor la luz del día. En los Estados Unidos, el cambio de hora fue adoptado por primera vez en 1918 como parte de la Ley de la Economía de Energía. Otros países, como Francia, Bélgica, Alemania lo adoptaron poco después.
Ese mismo 1918 se adoptó en España como medida para ahorrar carbón, aplicándose intermitentemente hasta 1974, momento desde el que se hace anualmente.
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